jueves, 16 de abril de 2015

Episodio 4: La Entrevista

Empujo la puerta, tropiezo con mi propio pie y caigo de bruces en el despacho, exclamando un espontáneo e incompleto –Coño de su maa…-
Mierda, mierda. Que cagada… Estoy de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo, en la entrada del despacho de la Srta. Jane, y unas manos amables me rodean para ayudarme a levantarme. Estoy muerto de vergüenza ¡que bolas! Tengo que armarme de valor para alzar la vista. Madre mía, que joven es…
-Sr. Kavanagh- tendiéndome una mano casi perfecta. –Soy Christina Jane. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?
Muy joven. Y está demasiado buena. Podrida de buena. Alta, con un elegantísimo traje gris, camisa blanca, su cabello casi rebelde de color cobrizo y unos espectaculares ojos grises que me observan atentamente. Necesito un momento para articular palabra. Nunca había estado frente a una caraja tan divina.
-Bueno, la verdad…
Me callo. Si esta tipa tiene más de treinta años yo soy astronauta. Le doy la mano, aturdido, y nos saludamos. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño y excitante escalofrío por todo mi cuerpo. El escalofrío encuentra un lugar en donde alojarse. Se me está parando el machete otra vez. Retiro la mano a toda prisa e, incómodo, tapo mi erección con el maletinsucho. Debe ser electricidad estática. Parpadeo rápidamente, al ritmo de los latido de mi corazón. Mi pene también palpita.
-El Sr. Kavanagh está indispuesto, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe Srta. Jane.
-¿Y usted es…?
Su voz es cálida y parece divertida., pero su expresión impasible no me permite asegurarlo. Parece ligeramente interesada, pero sobre todo muy educada.
-Antonio Steele. Estudio mecánica automotriz y soy amigo de Karlucho… digo… Karlos… bueno… el Sr. Kavanagh.
-Ya veo- se limita a responderme.
Creo que sus tetas son operadas, pero no estoy seguro.

-¿Quiere sentarse?- me pregunta señalándome un sofá de piel blanca en forma de L.
Su despacho es exageradamente grande para una sola persona. Delante de los ventanales panorámicos hay una mesa de madera oscura en la que podrían jugar ping pong cómodamente dos asiáticos. Combina con la mesita junto al sofá. Todo lo demás es blanco —el techo, el suelo y las paredes—, excepto la pared de la puerta, en la que un pocotón de cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado. A decir verdad, esta oficina tiene más güevonadas que Beco. Me quedé viendo los cuadritos no sé por qué coño.
-Un artista de EEUU, Trouton- me dice la Srta. Jane, cuando se da cuenta de lo que estoy observando.
-Están bien ricas… digo… muy bonitas las pinturas. Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario-corrijo hábilmente en un tono casi inseguro. Distraído, tanto por ella, como por las pinturas.
Ladea la cabeza y me mira con mucha atención.
-No podría estar más de acuerdo Sr. Steel- me contesta en voz baja.
Y por alguna inexplicable razón se me volvió a parar…
Lo disimulo. Aparte de los cuadros, el resto del despacho es frío, limpio y aséptico. Me pregunto si refleja la personalidad de la Diva que está sentada con elegancia frente a mí, en una silla de piel blanca. Bajo la cabeza, alterado por la dirección que están tomando mis pensamientos, y saco del maletincito las preguntas de Karlos. Al manipularlo puedo percibir de nuevo el olor a sándwich viejo. Para remate, al preparar la grabadora, se me resvala esa mierda y se me cae dos veces en la mesita. La Srta. Jane no abre la boca. Aguarda pacientemente –eso espero- , y yo me siento cada vez más avergonzado y
sudoroso. Tengo el rostro como tapa de olla. Vuelvo a tomar el hediondo pañuelo y seco mi cara tratando de no respirar. Cuando reúno el valor para mirarla, está observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor de la barbilla. Su dedo índice cruzándole los labios. Creo que intenta ahogar una sonrisa.
-Di… Disculpe- balbuceo- no suelo usar estos aparatos. La tecnología me intimida.
-Tómese el tiempo que necesite Sr. Steel- me contesta.
-¿Le importa que grave sus respuestas?
-¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora?
Que bolas. Parezco el propio güevón. ¿Está bromeando? Eso espero. Parpadeo, no sé qué decir, y creo que se apiada de mí, porque acepta.
-No, no me importa.
-¿Le explicó Karlos… digo… el Sr. Kavanagh para dónde era la entrevista?
-Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregaré los títulos en la ceremonia de graduación de este año.
Verga. Me entero. Me preocupa que un culo como éste, que no debe llevarme sino seis o siete años, sea quien me entregue mi título. Frunzo el ceño e intento concentrarme en no verle el camel toe para poner atención a lo que he venido a hacer.
-Bien- digo tragando saliva-. Tengo algunas preguntas Srta. Jane.
Me vuelvo a secar el sudor de la frente, esta vez con la palma de la mano.
-Sí, creo que debería preguntarme algo- me contesta inexpresiva.
Me está viendo la cara de pendejo. Al darme cuenta de ello me da como una ligera arrechera, pasajera. Me incorporo y estiro la espalda para parecer más alto e intimidante. Pulso el botón de la grabadora e intento parecer profesional.
-Es usted muy joven para haber amasado este imperio. ¿A qué se debe su éxito?
La miro y ella esboza una sonrisa burlona, pero parece ligeramente decepcionada.
-Los negocios tienen que ver con las personas, Sr. Steele, y yo soy muy buena analizándolas. Sé cómo funcionan, lo que les hace ser mejores, lo que no, lo que las inspira y cómo incentivarlas. Cuento con un equipo excepcional, y les pago bien- Se calla un instante y me clava su mirada gris-. Creo que para tener éxito en cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Me esfuerzo mucho para conseguirlo. Tomo decisiones basándome en la lógica y en los hechos.
Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea, y seleccionar a las personas adecuadas. La base es siempre contar con las personas adecuadas.
-Quizá solo ha tenido suerte.
Este comentario no está en la lista de Karlos, pero la veo tan mojoneada que me da arrechera y le lanzo la punta. Por un momento me puso como cara de culo.
-No creo en la suerte ni en la casualidad, Sr. Steele. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas adecuadas y saber explotarlas. Creo que fue Charly Sheen quien dijo "La gente dice que es muy solitario estar en la cima, pero a mí me gusta la vista".
-Parece usted una maniática del control.
Las palabras han salido de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
-Bueno, lo controlo todo Sr. Steel. Soy tan eficiente que controlo hasta mi propia regla. Decido cuándo menstruar y cuándo no- me contesta sin menor rastro de sentido del humor en su sonrisa.
La miro y me sostiene la mirada, impasible. Se me está parando de nuevo y me pongo más nervioso.
¿Por qué me tiene tan quesudo? Esta jeva me da un queso terrible. ¿Quizá porque está tan explotada de buena? ¿Por como me mira fijamente? ¿Por cómo se pasa el dedo índice por el labio inferior? Ojalá dejara de hacerlo. Y ese camel toe. Su pantalón parece de sordo mudo (se le pueden leer los labios).
-Además, decirte a ti misma que has nacido para partirle el culo a los demás, te concede un inmenso poder- sigue diciéndome en voz baja.
-¿Le parece a usted que su poder es inmenso?
¿Qué le pasa a güevona esta? Añado para mis adentros. Esta jeva tiene un mojón mental demasiado arrecho. Es medio pajúa.
—Tengo demasiados amigos chavistas, Sr. Steele. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad... poder, si lo prefiere. Si decidiera que ya no me interesa el negocio de la venta de alimentos al mayor y lo vendiera todo, un sin número de personas pasarían apuros haciendo colas tan solo para bachaquear.
Me quedo boquiabierto. Su falta de humildad me deja estupefacto. Y el no pararle bolas a que la gente sepa que es una enchufada de mierda me desconcierta, me desarma.
-Los precios de sus productos son un tanto elevados Srta. Jane ¿No tiene que responder ante el Sundde? ¿Cómo está con el Seniat? —le pregunto asqueado.
-Soy la dueña de mi empresa y de muchas más. Facturo lo que me da la gana y lo que no también. Pongo los precios considero con la ganancia que más me beneficie. No tengo problemas con "etiquetas de precio justo".
Me mira alzando una ceja y me medio cago, me intimida. El mamagüevo de Karlos no me dijo que la caraja era una enchufada de las duras. Pero, maldita sea, qué arrogante... Cambio de táctica.
-¿Y cuáles son sus intereses, aparte del trabajo?
-Me interesan cosas muy diversas, Sr. Steele. —Esboza una sonrisa casi imperceptible—. Muy diversas.
Por alguna razón, su mirada firme me confunde y me pone quesudo, quesudísimo. En sus ojos se distingue un brillo perverso. Es una loba. 
-Pero si trabaja tan duro, ¿qué hace para relajarse?
-¿Relajarme?
Sonríe levantando sus hermosas tetas, perfectas. Contengo la respiración. Está demasiado rica. Debería estar prohibido estar tan rica.
-Bueno, para relajarme, como dice usted, limpio mi casa, me encanta limpiar y sobretodo fregar, cocino, y me permito diversas actividades físicas cotidianas y también extremas. —Cambia de posición en su silla-. Tengo mucho dinero Sr. Steele, así que mis aficiones son parte de mi menú diario. No me hacen falta los miserables cupos para pasarla bien.
Echo un rápido vistazo a las preguntas de Karlos con la intención de no seguir con ese tema.
-Invierte en la industria alimentaria. ¿Por qué en alimentos? —le pregunto.

¿Por qué hace que me sienta tan incómodo?
-Me gusta trabajar con las necesidades de la gente. Me gusta saber qué producir aquí, pero mucho más, qué importar de afuera. La gente se ve afectada por las marcas, las añora. Los anaqueles están evidentemente vacíos... Sepa usted que no me gustan las lanchas, me gustan los buques. Los buques que traen mercancía a la que le puedo ganar lo que me venga en gana. ¿Qué puedo decirle?
-Parece que la que habla es su ambición, no la lógica y los hechos. Frunce los labios y me observa de arriba abajo.
-Es posible. Aunque algunos dirían que no tengo corazón.
-¿Por qué dirían algo así?
-Porque me conocen bien. -Me contesta con una sonrisa irónica.
-¿Dirían sus amigas que es fácil conocerla?
Y nada más preguntárselo lamento haberlo hecho. No está en la lista de Karlos.
-Soy una persona muy reservada Sr. Steele. Hago todo lo posible por proteger mi vida privada. No suelo ofrecer entrevistas.
-¿Por qué aceptó esta?
-Porque soy mecenas de la universidad, y porque, por más que lo intentara, no podía sacarme de encima al Sr. Kavanagh. No dejaba de investigar a mis relaciones públicas. Admiro esa tenacidad. La perseverancia es un arte. Hay que saber canalizarla, y ha decir verdad su amigo le vende una escalera a spiderman. Supo convencerme.
Sé lo tenaz que puede llegar a ser Karlos. Por eso estoy sentado aquí, incómodo, sudado y muerto de vergüenza ante la mirada penetrante de esta mujer, cuando debería estar estudiando para mis exámenes.
-También invierte en telecomunicaciones. ¿Por qué le interesa este ámbito?
-Movilnet, Sr. Steele, hay demasiada gente que necesita comunicarse.
-Suena muy filantrópico. ¿Le apasiona la idea de ayudar a la gente a comunicarse?
Se encoge de hombros, como dándome largas. -Es un buen negocio -murmura.
Pero creo que no está siendo sincera. No tiene sentido tanto boleteo, tanto descaro. ¿Ayudar a la gente? No veo por ningún lado qué beneficios económicos puede proporcionar a los demás. Lo único que veo es plata por coñazo, pero para ella sola, porque ni socio tiene. Echo un vistazo a la siguiente pregunta, confundido por su actitud.
-¿Tiene una filosofía? Y si la tiene, ¿en qué consiste?
-No tengo una filosofía per se. Quizá un principio que me guía... «El escándalo es lo que perjudica...». Soy muy cuidadosa, muy tenaz. Me gusta el control... de mí misma y de los que me rodean.
-Entonces quiere poseer cosas...
-Es usted obsesiva con el control.
-Quiero merecer poseerlas, pero sí, en el fondo es eso. Soy obsesiva.

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