jueves, 16 de abril de 2015

Episodio 1: El Comienzo

Me miro al espejo y meto la barriga, frustrado. Que asco de barriga. No hay manera con ella. Coño de la madre con Karlos Kavanagh, que tiene dolor de cabeza y me ha metido en este peo. Tendría que estar estudiando para mis exámenes finales, pero aquí estoy, intentando meter la barriga en este ridículo traje formal. Los botones no cierran y solo tengo tres trajes con éste, el único que no está descoñetado. No debo tomar coca-cola ni de noche ni de día. Recito varias veces este mantra mientras intento calzar el orificio de la correa con una hebilla que parece que va a ceder en cualquier momento. Me desespero, pongo la mente en blanco (a diferencia de las mujeres, nosotros los hombres sí podemos hacer eso) acceso a mi nothing box -tan promovido por Mark Gungor-. Él si que sabe de “pensar en nada”. Luego veo en el espejo a aquel chico de barba mal afeitada, me mira… me mira cagado de la risa. Mi única opción es tratar de cerrarme bien este paltó y no parecer un mamarracho más con apariencia de ejecutivo de bajo calibre.
Karlos es mi room mate, y amaneció enratonadísimo. Por eso no puede ir a la entrevista que él mismo cuadró con una supuesta mega empresaria, de la que yo ni puta idea... Así que me pidió que le hiciera la gauchada. Tenía que estudiar esta tarde y prepararme para mis estudios, pero no. Lo que voy a hacer esta tarde es agarrar el carrito, meterme en el puto metro, entre empujones y recostadas gratuitas, y viajar por los perímetros caraqueños para reunirme con la enigmática presidente de las Industrias Jane. Como digna empresaria y ejecutiva eficaz su tiempo es extraordinariamente valioso –mucho más que el mío- el cual cambio cada treinta días por un insignificante salario mínimo. Pero le ha concedido una entrevista a Karlos. Un batacazo, según él. ¡Que ladilla con Karlos y su matadera de tigres!
Karlos está (cual perro de quinta) echado.
-Antonio, coño, discúlpame esa. Tardé nueve meses en conseguir esa entrevista. Si pido que me cambien el día tendré que esperar otros seis meses. Y para entonces los dos ya estaremos graduados. Soy el responsable de la revista y no puedo cagarla. -Por favor…- me dice el muy jala bola, aun hediondo a toda la caña que se tomó anoche rumbeando.
¡Que arrecho! Aun echado ahí vuelto mierda, el coño e´ su madre se ve que levanta más culos que nadie… Me da demasiada paja que pierda su entrevista.
-Sí le voy a echar bolas Karlos, tranquilo, no te voy a dejar morir. ¿Quieres un Atamel o un guayoyito compadre?- A veces pienso que soy demasiado pana.
-Atamel ya no se consigue Antonio, será que me pases el medio gatorade que está en la nevera. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar este botón. Y toma notas. Luego yo transcribiré todo.
-Yo no sé nada de esa caraja- murmuré, más cagado que robocop en chivera. Siempre he sido muy cagado.
-No le pares bola que la vaina no es tan difícil. Ahí tienes las preguntas marico. Dale, que la vaina es lejos y ni de verga puedes llegar tarde porque ahí si es verdad que la cagamos.
-Dale pues. Me voy. Ahí te dejé la mitad de un hervido, para que te lo tomes después mi pana.
-Coño Antonio, gracias. De verdad. Yo sabía que vivir con un marico no iba a ser algo tan malo- Karlos se ríe y luego tose un poco.
-Marico el coñísimo de tu madre Karlos. Sabes que me vas a deber una.
-Tranquilo compadre, no se arreche. Le debo una, le debo una.
Lo miro con arrechera, pero pienso en todas las veces que me ha salvado la patria.

-Sabes que lo hago solo porque somos panas de toda la vida mamagüevo-.

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